Por: Héctor Huerto Vizcarra[1]
Era una cuestión de sentido común que Kouri no podía participar como candidato para las elecciones provinciales de Lima Metropolitana. La Ley de Elecciones Municipales (N° 26864) le exigía a cada uno de los candidatos residir en el lugar estaban postulando un mínimo de dos años. Kouri no podía vivir en otro lado que no fuera el Callao porque por algo era su presidente regional. El artículo 20 de la Ley Orgánica de Gobiernos Regionales (N° 27867) señala que un presidente regional desempeña su cargo a dedicación exclusiva, salvo que ejerciera la función de docente. Y ese no era el caso de Kouri. Él no enseñaba en ninguna universidad de Lima. No podía, por tanto, ejercer su labor como abogado porque la ley se lo prohibía. Alegar lo contrario es ponerse él mismo la soga al cuello, es afirmar ante todo el mundo que estaba infringiendo la ley.
Resulta sorprendente y satisfactorio que por primera vez el JNE deje de ser una institución meramente decorativa. Aunque no hay que cantar victoria, todavía no sabemos qué componenda política subrepticia puede estar detrás de esta sentencia, con lo cual no podría hablarse del crecimiento de la institucionalidad de ese organismo. No quiero pecar de pesimista pero tampoco de ingenuo. En el Perú la política se define en muchos aspectos en el campo de lo informal. La ahora fallida candidatura de Kouri es un ejemplo de ello. De lo contrario, esa candidatura ya habría sido tachada hace mucho y no a pocas semanas de los comicios electorales.
Sin embargo, lo que ahora importa es cómo afecta esta tacha a los resultados del domingo 3 de octubre, cuando los votantes de Lima Metropolitana nos hayamos movilizado a nuestros centros de votación. ¿Lourdes será la nueva alcaldesa de la ciudad? ¿Se impondrá realmente la decencia contra la corrupción? Que son los términos que utilizó Lourdes para simplificar esta contienda electoral. Evidentemente deberíamos apostar nuestro voto a luchar contra la corrupción. Por lo que tendríamos que evaluar lo qué significa recibir un millón de dólares de un presunto narcotraficante, que maneja dos identidades diferentes, que figura actualmente como militante del PPC, y que ha sido candidato de ese partido para presidente regional el 2006 en Tacna. El lavado de dinero, Lourdes, es un delito muy cercano a la corrupción.
El reciente debate del viernes pasado nos demostró el nivel de preparación de la mayoría de nuestros candidatos al sillón municipal de Lima. Salvo dos de los seis candidatos que fueron invitados a ese debate, Humberto Lay y Susana Villarán, no hubo pronunciamientos contundentes para luchar contra la corrupción y evaluar la gestión del saliente alcalde Castañeda en ese sentido. En realidad, en términos generales lo que se pudo observar es a una Lourdes Flores que apelaba constantemente al clientelismo para atraer a más votantes, a un Ibérico desorientado y sin un discurso preclaro, a un Andrade nervioso aunque propositivo, a un Kouri canchero pero insustancial, a un Humberto Lay conservador al extremo de recitar citas bíblicas frecuentemente, y a una Susana Villarán mucho más consistente que el resto y que apelaba a la tarea titánica de construir ciudadanía entre la población.
No se trata de pedir tan sólo el voto, se trata de involucrar al poblador de Lima en la propia gestión municipal como un elemento activo e innovador. Porque para eso estamos en democracia, para construir ciudadanos y no clientelas. Por eso, este 3 de octubre mi voto va para Susana Villarán. Y ojo que no estoy votando por el mal menor. Esta vez no.
[1] Historiador de la PUCP y Magíster de Ciencias Políticas de la USAL (España). Docente de la UCSS y la UCSUR